Ninguna descripción de la Biblia hace tanta justicia a su contenido como la del Libro de Pacto. De principio a fin, este es el tema central, el meollo mismo, del mensaje bíblico: el pacto que Dios establece con el hombre y por medio de la cual manifiesta su Voluntad de redimirlo de la esclavitud del pecado. La Biblia es ante todo la historia de la salvación, historia de la acción de Dios con miras a la restitución de una relación en que Dios el Padre y Señor y el hombre hijo y siervo.
Vista desde esta perspectiva, la Biblia es una unidad en el cual el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento forman un todo coherente. En su primera parte habla de un Dios que llama a un pueblo, lo hace suyo y lo comisiona como su testigo entre todas las naciones de la tierra; y de un pueblo que se rebela contra su Dios, pero que aún en el desencuentro con Él apunta a Uno en quién Dios cumplirá su promesa de redención. En su segunda parte habla de Jesucristo, el escogido de Dios por excelencia, en cuya historia culmina la historia de Israel y la promesa de pacto rompe los límites de una nación y se extiende a todos los pueblos. Por medio del Cristo de Israel Dios reconcilia consigo al mundo. Así, el pacto, Dada inicialmente en el contexto particular de un pueblo, expresa en Cristo su alcance universal; la promesa de redención que es tema del Antiguo Testamento halla su cumplimiento en el Nuevo Testamento por medio de Él.
Tomado del libro de Génesis a Apocalipsis, de Simon Viss.
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